Vivimos unos tiempos muy difíciles, revueltos e inestables. En los que cualquier ciudadano por alejado que quiera estar de la realidad, ha oído hablar de la Prima de Riesgo, la TROIKA, los Recortes en derechos sociales y la imposición de impuestos a los contribuyentes, por decretazo. También le sonará la corrupción política de una tal trama Gürtel, de unos falsos EREs en Andalucía o la de un señor muy elegante llamado Bárcenas que durante veinte años hizo y deshizo a su antojo en un tal PP.
Cada cual, se empapa de la actualidad política y económica según le venga en gana, y según le afecte la situación, de lleno o de refilón. Algunos por puro pragmatismo, prefieren verlo todo desde la distancia, por salud, no les vaya a dar un achuchón al corazón.
Es difícil de todos modos, abstraerse de este clima de crispación continua que se ha convertido España. Imposible. Pero siempre hay algún ciudadano hábil que lo consigue o disimula conseguirlo. Mi admiración más sincera hacia ellos. A estos transeúntes del limbo, les “darán” pero con vaselina, suave, sin notarlo, casi sin darse cuenta. Mi admiración, Chapeau por ellos.
Repito, la crisis no es igual para todos; díganselo a los parados, desahuciados, PYMES, trabajadores, funcionarios, dependientes, estudiantes sin recursos... y tampoco la implicación de los ciudadanos ante ella. La PAH, las Mareas de infinidad de colores, Cruz Roja, asociaciones de vecinos, voluntarios de ONGs... Eso nos lleva ha tener diferentes tipologías de ciudadanos:
- El que piensa que la película no va con él, bajo la excusa ¿Y que vamos hacer?.
- Los que manifiestan su inconformidad uniéndose a algún colectivo social.
- El hastiado sufridor anónimo, sin siglas ni parapetos que lo etiqueten e identifiquen (la gran mayoría de los ciudadanos).
Estos dos últimos tipos de ciudadanos inconformistas e inquietos, tienen por lo general una vía de escape y crítica que les une en su malestar, las redes sociales. Twitter, Facebook, Blogs… Fuentes de interacción cada vez más determinantes e importantes a la hora de mover conciencias e incluso de incomodar a partidos políticos y gobiernos.
A este punto quería llegar para legitimar y ensalzar la importancia de un colectivo demasiado olvidado. Los ancianos, pensionistas o abuelos, como quieran llamarlos. Esos gran olvidados por todos. Silenciosos, en un segundo plano y siempre dispuestos a ayudar. Que por desgracia no hacen oír su voz como debieran o quisieran, en muchos casos por la imposibilidad física de frecuentar las manifestaciones y de pisar las calles todos los días, y en otros por carecer de las “habilidades” necesarias para moverse en ese mundo virtual que son las redes sociales e internet. Pero ellos sufren como el que más la penosa y dramática situación que estamos viviendo.
En este punto quería hacer un inciso y recalcar que en toda generalización existe la excepción o excepciones. Tenemos un ejemplo en la agrupación llamada los "Yayo Flautas", que movidos por los recuerdos de otra época, decidieron levantar su voz ante tanto sin sentido.
Los abuelos actuales son los que nacieron de los años 30 a los 50 del pasado siglo. Si tenemos algo de memoria histórica, todos situamos el contexto que les toco vivir. Situaciones no muy cómodas y en muchos casos dramáticas debido a la postguerra y posterior dictadura que algunos, no todos, tuvieron que soportar. La situación económica, social y laboral que eso acarreo en muchas localidades de España*, fueron éstas:
- El servilismo casi esclavista hacia el patrón.
- Los trabajos duros, de sol a sol, por cuatro perras gordas.
- La prohibición de reunión o de sindicalización y menos aún la posibilidad de huelga.
- La imposibilidad, ni siquiera, de acceder a unos estudios primarios y ya no digamos a estudios de nivel superior.
- La desnutrición y muertes que muchos niños sufrieron, por no tener unos servicios de atención primaria decentes y unas vías de comunicación adecuadas que sirvieran para solucionar cualquier emergencia.
- La religión católica, apostólica y romana del castigo y no del perdón y la esperanza.
- La nula participación de la mujer en nada que no fuese cuidar a sus hijos y venerar a su marido. Sin voz ni voto. Sufridora.
- La persecución o no aceptación del diferente, por inclinación sexual, raza o religión.
- La búsqueda de un futuro más esperanzador en otras tierras, que no oprimiesen las libertades y los derechos del ciudadano.
Les suena. No les viene un ligero tufillo a rancio, a obsoleto. Pues parece ser, que al contrario de lo que debería ocurrir en cualquier civilización desarrollada, los gobernantes españoles, cual gañanes y ordenados por la Merkel, La TROIKA y el FMI, nos llevan a esta época. A la Edad Media.
Y eso, a nuestros abuelos que lo han padecido en sus carnes. Les da congoja, tristeza y desesperanza. Lo callan, como aprendieron a callar tantas cosas, pero lo sienten y lo sufren en silencio. Para no molestar y agravar con su pesimismo, una situación que reconocen y creyeron ya superada. Ven como sus hijos y nietos, en el mejor de los casos, emigran en busca de trabajo. Hacen un espacio en sus viejas casas, para recibir a sus hijos etiquetados con la palabra “fracasados” en la frente, con la mejor de sus sonrisas. Ceden todos sus ahorros para permitir que sus hijos no pierdan la casa que con tanta ilusión, un día, los bancos le invitaron a comprar sin miramientos, pues era de tontos no hacerlo. Valor seguro, decían.
Tantas cosas podríamos decir de los abuelo; de lo mucho que nos podrían enseñar en valores y experiencia de vida, de cómo los tratamos, de lo molestos que son en este mundo que va demasiado deprisa, del abandono que muchos sufren...
Pero saben que les digo. Que lo dejaré aquí. Recuerdo a mi abuela y me entra una ternura que me impide continuar. Solo diré, que ni todas las escuelas del mundo me enseñarían nunca tanto como lo hizo esa sencilla mujer, que apenas sabia leer y escribir. Con su amor y nobleza me enseño lo más importante que uno puede aprender. A buscar la felicidad, intentando hacer la vida más cómoda a los demás y viviendo con la conciencia tranquila. Como vivió ella.
Y en eso estamos…
Oscar Ara
*La población en los años 50 aún vivía en los
pueblos, más que en las grandes ciudades ciudades.
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