domingo, 26 de enero de 2014

EXAMEN DE CONCIENCIA


Suena la sirena del Instituto insistente y puntual, como si de una fábrica de papel o de un cuartel militar se tratara. Son exactamente las 9.00 de la mañana, y semejante estruendo es el encargado de marcar y unificar el principio y el final de las clases, evitando que los alumnos y profesores despistados, puedan saltarse a la torera su deber de puntualidad y responsable diligencia.



9.01 am., 0 ºC en el patio del colegio, los alumnos encogidos por el frío aceleran el paso para no llegar demasiado tarde, tratan de evitar la reprimenda e imaginan excusas. Algún profesor también incumple el mandato divino de la ruidosa sirena. Mal ejemplo.
  • ¡Buenos días chavales! - Hago acto de presencia de repente, de la nada.
  • ¡Buenos días! - Responden ellos sorprendidos.
Los jóvenes gigantones del Cola Cao, el Petisuis y los bocadillos kilométricos, se agolpan en la entrada al aula impidiéndome el paso. Tan apenas se mueven, y a empentones, logro alcanzar la puerta.  La cartera, los exámenes aún calentitos, recién salidos del horno y los libros que mantengo torpemente entre mis frías manos, no me dejan maniobrar con celeridad. Sacar las llaves, acertar con ellas y abrir la puerta, se convierte en mi pequeña tortura matinal.
  •    ¡Bruum, Ruun, Plooff! (o cómo diablos se haga la onomatopeya de arrastrar sillas y mesas)
Ruidos y más ruidos… parece que acaba de entrar el 7º de Caballería al completo; con carruajes, cañones y soldados a caballo que arrasan con todo lo que se encuentran a su paso, sillas, mesas e incluso en algunos casos, he oído decir, que hasta el profesor ha sido salvájemente violentado y llevado por la corriente, por la marea de hormonas andantes ¡Peligro avalancha!

Gracias que uno es corpulento y se hace respetar. Primera llamada al orden, minuto 1º.
  •          ¡Chicos, chicos, CHICOOOOS!
  •          No entendéis que esto no son formas…
¡Bruumm!... algún tardano siempre hace el último y desquiciante ruidito. Qué paciencia hay que tener…

Ésta deplorable y poco modélica entrada a clase, no es lo habitual, solo se da cuando hay que recolocar convenientemente las mesas en el aula, para evitar las confusas y equivocadas miradas del listo, del astuto o simplemente de aquel que no ha estudiado. Solo ocurre cuando hay exámenes.




La clase, mi clase, es de 5 m de ancho x 8 m de largo, lo que nos da, tras elaborar una fácil operación matemática, un resultado, un espacio aproximado de unos 40 m². En esa pequeña y fría clase intento desarrollar mi labor docente todos los días. Hoy es uno más de esos días.

Adolescentes nerviosos y angustiados, se presentan ante mí, perfectamente alineados en 3 filas de 5 alumnos cada una. Ahí están ellos, tan quietecitos que se les podría hacer una foto con una cámara de mala resolución… y de repente, caigo en la cuenta de que Jorge no está, mi cálculo aritmético se ha ido al traste. Ya no son 15.

Jorge tiene 16 años y un futuro por construir, pero él no lo sabe. No se ha dado por enterado y deambula en un peligroso juego de hastío y desobediencia hacia todo aquello que represente la autoridad. Esa misma que reclama en casa y que nunca tubo por la ausencia demasiado temprana de su padre... por un maldito accidente.

Pregunto por él y nadie dice nada, nadie sabe nada de un compañero demasiado gris, demasiado opaco y prescindible. Observo con preocupación ciertos comentarios despectivos que enseguida atajo y reprendo. La herida está abierta.

9.05 am. reparto los exámenes y leo las preguntas despacito para aclarar dudas e interpretaciones equivocas. Da comienzo el examen, una pequeña penitencia para algunos y un mero trámite que hay que pasar lo antes posible, para otros.




9.10 am. Los alumnos tienen 50 minutos para desarrollar el examen y demostrar todos los conocimientos que atesoran. Y como suele ser habitual, siempre ocurre lo mismo, las mismas frases;
  •          ¡Co, alguien me deja un boli, que no me funciona, co!
O la tan manida:
  •          ¡Déjame el típex, co!
O la duda de:
  •          ¿Profesor, se pueden contestar desordenadamente…?
9.15 am. Aprovecho la calma y la paz del momento, para observar a mis tutorandos, para mirar las fichas y anotaciones que de ellos tengo… para hacer balance de lo conseguido hasta ahora, en el ecuador del curso. Observo detalladamente gestos, formas y expresiones que manifiestan los estados de ánimo y las ganas de superar el PCPI por parte de algún valiente que luchará por vencer la desidia, la pereza, la tontería, la incapacidad o las inclemencias emocionales que muchos de mis "niños" arrastran desde hace demasiado tiempo.

9.25 am. Jonathan lleva 15 minutos en el limbo. El codo apoyado en la mesa soporta con desgana la pesada cabeza que se desploma decidida y sin complejos hacia el lado izquierdo. Pensé que en cualquier momento se derrumbaría, se vendría abajo… como parece ser que ha hecho el grandullón de Jonás, como quieren que le llamen. Un chaval de 16 años, que no paso de 2º de la ESO, con serios problemas cognitivos y actitudinales que no se han podido, no se han sabido o simplemente no se han querido corregir.
  •          ¿Jonás, que pasa…? Me acerco y le susurro al oído
  •          ¡No me creo que no sepas nada!
  •     ¿Para qué hemos estado repasando todo éste tiempo?
Me quedo atónito cuando su ojos me miran como si no me reconocieran, como si las dudas aclaradas y 100 veces repetidas anteayer, no fueran con él, como si su mundo adolescente no tuviera clemencia y le abdujera tragándoselo entero. Autocanibalismo.




Me retiro vencido pero no derrotado, como he aprendido a hacer tras muchos años en ésta difícil profesión de desengaños y alegrías… relativizando siempre los logros y también los fracasos. Sabiendo que nuestro mundo de lápices y gomas, de tizas rotas e internet que no funciona, no empieza ni termina hoy. Y quizás mañana sí, mañana Jonás… Cesar o Marcos me tomen en serio. Eso pienso, eso me alivia y me mantiene sereno. Confiado en que ellos, mis mozalbetes, sabrán salir adelante de una u otra manera…

Pero de nuevo el subconsciente habla y una sensación extraña, un regusto amargo me dice que no. Que las cosas se las estamos poniendo muy, pero que muy difíciles.
  • ¡¡Riiiin!!
10.00 am. la escandalosa sirena me saca de mi letargo, de mis tristes pensamientos de docente descontento, hastiado, fatigado y ninguneado. Y me recuerda, que haber sido convenientemente estafado, engañado, vilipendiado e infravalorado por los que nos tienen que apoyar, por los que nos tendrían que ayudar a ser mejores, por nuestro gobierno… no me da derecho a dejar de cumplir con mi obligación, a cumplir con mis chavales. Porque me obligo a pensar todos los días, que ellos no tienen la culpa. Que ellos son el motivo por el que tú y yo decidimos ser profesores. Porque creo que todos, por difíciles que se pongan las cosas, todos, se merecen una oportunidad de progresar, de mejorar y de aprender... Todos se merecen un futuro. Mis niños también.




Terminó el examen. Los resultados ya se verán. La trampa siempre campa… y como al mentiroso, siempre se le acaba cogiendo.

Ojeo una respuesta de soslayo…¡¡ y Wert para creer!!



Oscar Ara







lunes, 20 de enero de 2014

GOBERNANTES DE PAPEL COUCHE

Amanece como cada día en casa de Oscar. Tiritando de frio, suena puntual el viejo despertador.
¡RIIINN!…
La señora Rosa es la primera en abrir los ojos casi con desgana, con resignación. Observa con melancólica ternura, como es engullida y atrapada literalmente por dos mozalbetes de largas y delgadas extremidades, que se acurrucan sin misericordia entre las tiernas y calentitas carnes de su mamá. Los tres miembros del clan Montalvo, permanecerán un ratico más allí, en la única cama de la única habitación de la destartalada casa, como ya va siendo costumbre en éste triste y frío invierno; acurrucados, envueltos y entrelazados entre sí, forman un protectorado, una coraza contra las inclemencias de la realidad. Conforman una unida y enternecedora piña familiar.



Norberto con 16 años es el mayor de los dos, y aunque no aparente tenerlos, es el cerebrito de la familia, la cabeza pensante, un maduro demasiado joven…  Por el contrario, Oscar es el bonachón, el mimado de la casa, el ojito derecho de  su madre, el chico que fue diagnosticado con un umbral de inteligencia por debajo de la media. Un chaval de 14 años con la mentalidad de uno de 8.

La casa de los Montalvo es miserablemente pobre y viene a formar parte de un conjunto de deplorables viviendas que un constructor sin escrúpulos construyo, allá por los años ´70. Seis monstruosos edificios de 10 plantas, habitados en la mayoría de los casos por inmigrantes, gitanos y ancianos que no tienen donde ir… Allí ubicados en medio de la nada está la barriada de San Nicolás, a las afueras de la gran urbe, seguramente la misma que la tuya...

En ese mismo momento y a tan solo unos pocos Kilómetros de ese quejumbroso lugar, Juanjo Federico es interrumpido violentamente de su pubertario y erótico sueño por un estirado y antipático mayordomo, llamado Pascual. 

   -  ¡Allez señorito Federicó, Allez!  ¡Bonjour pour le matin!     

Juanjo Federico pertenece a una adinerada y poderosa familia de la Jet Set, relacionada con el turbio mundo de las finanzas vinculadas con las farmacéuticas y recientemente con la emergente y lucrativa producción de los aceites de soja. Su padre, al que trataba de usted y veía una vez a la semana, como mucho, se lo había tratado de explicar sin éxito. Pero Juanjo Federico Navarro de Valmorán a sus 18 años, no estaba para atenciones y explicaciones aburridas, sabía lo suficiente.



Un mismo tiempo y un mismo lugar en un mismo país. Dos mundos con dos realidades distorsionadas por el exceso… el exceso de no tener nada y el de tenerlo todo. La ausencia de equilibrio es apabullante, hará caer a los de siempre.

Desigualdades eternas, dirán algunos. Esas siempre han existido y existirán; El eterno Norte y Sur, Oriente y Occidente. La eterna dicotomía entre Blancos y Negros, Creyentes o infieles. Y ahora, la triste novedad del incremento de las diferencias, de las desigualdades entre los Pobres, los que nada tienen y los Ricos, los influyentes y bendecidos Dioses del siglo XXI que todo lo pueden.

Desigualdades e injusticias que se acrecientan en este mundo equivocado, del empobrecimiento global… donde la clase dominante, la única clase en verdad es el 1% de la población del planeta, y esos Dioses que transitan por el limbo del bien y del mal, esos, deciden dominar al otro 99% de la población. Controlan los Gobiernos y sus políticas, sus finanzas, sus miserias e incluso las ilusiones pasajeras del ciudadano. Es un nuevo Caudillismo ilustrado por falsos testaferros nombrados por los ciudadanos y puestos ahí como monigotes, pasmarotes de barro, fácilmente prescindibles y moldeables… Son los Gobernantes de papel couche.



Esos, los todopoderosos, poseen la mitad de la riqueza, la mitad de la renta mundial. Tienen el mundo a sus pies… y lo pisotean todo. Y lo hacen para que se sepa. Para que no nos hagamos ilusiones. Para mitigar y acallar las voces de los iluminados, de los humanistas… para sabotear a los románticos que piensan que el mundo no tendría por qué ser así.

Ellos, nos tienen agarrados por las pelotas…

Y mientras Rosa, aún en la cama de su micro mundo, acaricia el sucio pelo de su pequeño, a la vez que le canturrea su canción preferida, una de un tal Pablo ….
-          “… y tú, y tú, y tú, y solamente tú
      Haces que mi alma se despierte con tu luz…”
El suave susurro de su madre despierta a Norberto, que un día más, lo comienza entre sollozos íntimos, entre lágrimas disimuladas que mojan su almohada. Llora lágrimas nacidas del desánimo, de la realidad tozuda e inquebrantable que le espera a él y a su familia, sumida en el negro pozo de la mendicidad y el vasallaje. Llora por un mundo de préstamos interesados y favores que nunca se acaban... por un mundo de esclavitud y humillación donde solo sobreviven los más fuertes y donde su hermano Oscar, antes que después, perecerá y será comido por las ratas.

Llora por vivir en un mundo donde no se le está permitido vivir…

Ese mismo día en menos de 2 horas, la familia Montalvo se someterá voluntariamente y por la cantidad irrisoria de 1.800€ (600 para cada uno), a la visita de unos siniestros señores de batas blancas y mascarillas ridículas, que les suministrarán un fármaco en proceso experimental que supuestamente combate la depresión, la tristeza y la furia del infeliz, del fracasado… permitiendo el fármaco, cambiar esos “malos hábitos” y sentimientos negativos, por unas sensaciones más placenteras, que adormezcan las conciencias y lleven al infeliz a un letargo continuo e inocuo. Convirtiendo al ciudadano, al pobre infeliz, en un Zombi risueño.

La Compañía Navarro & Smith, sabía el riesgo que asumía al no cumplir con las leyes universales de los derechos humanos, ni de la ética farmacológica. El hecho de poner en el mercado mundial antes que nadie un producto tan novedoso, merecía 100 veces ése riesgo. Era un producto que colmaría de éxitos a la Compañía y la situaría como líder mundial en el sector de la Industria Farmacéutica, aparte evidentemente, de los sustanciosos beneficios económicos... Todo ello con el único fin de erradicar de raíz el mal que asola a la humanidad entera; la inconformidad moral, la lucha social y el idealismo de las personas… Éste fármaco paliara la miseria humana y convertirá al ciudadano, en un ser más dócil y maleable.



Juanjo Federico Navarro de Valmorán, por orden expresa de su padre, sería el encargado de realizar el ensayo y de ponerse al frente de tan importante experimento farmacológico, seguramente unos de los más importantes de la historia de la humanidad.  

Fede, como le gustaba ser llamado en la intimidad, mando suministrar convenientemente las dosis del fármaco letal.

Empezó con el chico de la sonrisa enternecedora…



Oscar Ara



lunes, 13 de enero de 2014

DÉJENME DECIDIR EN PAZ

“La oscuridad se desvaneció despacio, de mala gana y poco a poco la luz fue entrando a través de mis atoradas y enrojecidas pupilas. Primero abrí el ojo izquierdo y luego el derecho, los objetos borrosos que me acompañaban tardaron aún un tiempo en lograr formar su auténtica imagen, más clara y nítida.


No recordaba nada y el aturdimiento de mi cabeza no me dejaba pensar con claridad. Las punzadas continuas sobre mi frente y el dolor agudo en mi vientre se hacían insufribles. Me dolía hasta el pelo. Necesitaba gritar, llorar, salir de esa situación de falso letargo.

Nada, no se oyó nada. Ni un susurro emergió de mi boca. En ese instante mi garganta me aviso de que por un tiempo estaría apagada, sin funcionar. En standby. Eso me alarmo y me lleno de angustia, un temor familiar y sin rostro se apodero de mi... me temo que una vez más.

Por un momento, solo por un breve momento, adivine escuchar los latidos frenéticos de mi corazón… sentí en mis sienes el palpitar continuo y desbocado de un corazón roto demasiado pronto, siendo todavía frágil. Siendo demasiado hermoso.

Empecé a temblar. Un escalofrío surgió de la nada e hizo que hasta las entrañas comenzaran a vibrar descontrolada y súbitamente. El miedo apareció así sin más… como suele hacer el muy cobarde. Por la espalda. Me acurruque entre las sabanas y me tape hasta la cabeza como de niña, como anteayer.


La luz tan apenas lograba entrar entre las tupidas telas y mi apretado y quejoso cuerpo, pero eso no impidió que lo viera, lo sintiera e incluso que lo oliera. Mi reacción fue instantánea e irreflexiva… ¡Plof! Mi cuerpo acabó estampado contra el sucio y frío suelo, al intentar torpemente liberarme de las sabanas, a la vez que saltaba literalmente de la cama. Me caí. Seca y abrúptamente me caí de bruces, y ahí en ese inhóspito y desconocido suelo permanecí un tiempo, quieta, sin moverme.

La visión que acababa de tener, despertó en mi todos mis sentidos y con ellos todas mis angustias y temores adormecidos y anestesiados por no sé muy bien qué cosa. Allí tirada, con la cara pegada al suelo y una tristeza que lo impregnaba todo, comencé a verlo un poquito más claro.

Lo había hecho. Finalmente y tras angustiosos meses, me había decidido a hacerlo… a dar el paso que nunca jamás me hubiera imaginado dar. Me había atrevido a poner fin, o más bien un punto y aparte, a tanto tormento... Perdón, dije “me”, cuando en realidad es, “ellos” se habían atrevido… el subconsciente me ha jugado una mala pasada, es muy osado. No volverá a ocurrir.

Allí, despatarrada y cubierta de sangre como en un matadero cutre,  en una postura ridícula y cuasi tragicómica,  descubrí lo ocurrido. La visión extremadamente clara de ese suelo sucio y pringoso de líquidos sospechosos, entremezclados con algodones, gasas y huellas de zapatos marcados por un sospechosa sustancia rojiza, me daban la respuesta… esa que no quería como mía y que no me pertenecía. Acababa de abortar. Ahí, en una habitación lúgubre, fría y sin alma. Ahí, en algún lugar del mundo, había terminado con el germen, el futuro y la vida de un no nacido. De un proyecto, de un pudo ser pero no fue. Allí, inmediatamente ahí en ese momento, me di cuenta que termine con mi vida, termine con la inocencia y alegría de una niña de 15 años…

Allí, en ese lugar fantasmagórico terminé dolorida, vacía y envejecida de por vida, para siempre jamás…”


Una vez más, desperté del sueño, sudorosa y angustiada, como me viene ocurriendo desde hace 40 años de una forma demasiado tozuda y cruel. Desperté de la pesadilla para afrontar un día más, la decisión de seguir viviendo a pesar de la penitencia continua que es verme con ese hábito incomodo, con esas imágenes Marianas, que representan la plenitud de la vida, la plenitud del amor. Desperté para seguir  muerta en vida en ese convento en el que mi padre me envió, allá por finales de los ´70.

¿Desperté?… Despierto y muero todos los días de mi vida, por el único hecho objetivo de ser mujer y haberme tocado vivir en un tiempo oscuro, falto de luz y alegría. Un tiempo corto de miras y largo de fobias e hipocresías.
Despierto y muero todos los días, anhelando que usted, hombre o mujer, no decida por mí lo que tengo que hacer con mi vida, con mi cuerpo e incluso con mi alma o mi conciencia perdida.


No. Porque el aborto no se legisla. Porque el aborto no se debería de producir. Porque el aborto nunca sale gratis.

Y como yo amo la vida tanto o más que usted, déjeme decidir en paz, déjeme decidir mi vida…


Lo relatado es pura y tétrica ficción...

Oscar Ara



lunes, 6 de enero de 2014

BENDITOS REYES MAGOS.


Les confieso que este post no lo tenía previsto escribir. Pero supongo que ocurrió lo que tenía que ocurrir... y como sucedió, y me toco en lo más profundo de mí ser, he querido compartirlo con todos ustedes a modo de reflexión y/o anécdota. 

No sean demasiado malévolos en su análisis y concédanme el comodín del Rey Baltasar y el zurrón del incienso y la mirra ¿?

Todo dio inicio ayer día 5 de Enero, antesala de la noche de Reyes, a las 21,00 horas oigo una voz en off que se dirige hacia mi, diciendo:

“Papa, se nos ha olvidado dejarles la leche y las galletas a los Reyes Magos…”


Reconozco mi incredulidad inicial ante lo que percibían mis oídos. Pero de pronto, al instante, mi corazón venció a la razón y a la objetividad fría y aguafiestas del incrédulo. Mis sentimientos se pusieron a flor de piel, mi vena más fraternal y tierna de padre emergió al instante, súbitamente y sin querer, cuando analice por un segundo esas palabras. Alabé ese momento, lo bendije al oír esa inocente y tierna frasecilla, me embriago el alma de amor, antes incluso de haberla concluido.

Juro que me enterneció su inocencia, su magia y sobre todo su corazón, su inmaculado y puro corazón de niño, de inocente y esperanzado niño en un mundo mejor. De iluso y crédulo niño en un mundo fantástico, donde la magia aún puede existir y de hecho… ¡qué carajo, también existe!

Porque lo acontecido me ha abierto los ojos y me ha enseñado a ver, por un instante, como ven ellos. A ver y entender el mundo desde su óptica limpia de prejuicios y manipulaciones. Comprobando finalmente que ellos tienen razón, que ese mundo de magia es real y forma parte de éste… y perdura en mis hijos y en los tuyos. En su fantástico y enigmático mundo de niños. Un mundo donde decir: “fumar es caca”, “ese niño me ha hecho pupa y es malo”, o “mi mamá es la mejor y la más bonita”… Es definitivamente un mundo mejor. Un mundo más claro y nítido. Un mundo sin mentiras y sin falsos egos. Un mundo con Reyes Magos de verdad y no de carne y hueso como los de mentira.

Porque en su mundo, en el nuestro, existe la magia. La magia de la madre que te cuida sin descanso y sin desfallecer. La magia de las caricias del abuelo cuando todo está en tu contra. La magia de empezar andar en bicicleta o de empezar a nadar. La magia del primer beso robado, del primer amor. La magia de ese profesor que te dejo huella sin tu siquiera darte cuenta. La magia de tus amigos, de sus risas y sus confidencias. La magia del verdadero amor, ese que fructifica casi siempre, en el acto más grandioso de magia, amor y fantasía que se haya visto nunca jamás. El nacimiento de un hijo, de tu niño.


Y por desgracia, de ese mundo infantil, ocioso y despistado. De ese mundo perfecto, nos apeamos con demasiada celeridad, demasiado pronto e incluso con pretenciosa altanería y desdén. Lo despreciamos por miedo a ser catalogados de ilusos o memos. Por miedo quizás a ser catalogados de pánfilos e inocentes pringaos, o simplemente por miedo a ser etiquetados de blandos y buenas personas sin carácter, en un mundo de ti@s duros y competencia sinfín, donde comes o te comen. Donde la mentira y la imagen valen más,  que la integridad y la inocencia por querer simplemente ser más feliz… 

No sé lo que durará su inocencia, supongo que poco, supongo que nada… que pasado mañana se descubrirá el pastel y mi adorado bebe de 9 años y su hermanito de 6 lo sabrán, terminarán por darse cuenta de todo el sarao que son capaces de hacer sus padres por mantener la ilusión del Rey rubio, pelirrojo y moreno…  y sus maravillosos, sorprendentes y solidarios poderes mágicos.

Sé que su inocencia tiene el tiempo contado, como la tuvo la mía y la tuya…pero aunque fuese durante un breve espacio de tiempo, la vivieron… la vivimos y la sentimos como parte de nuestra pequeña vida. Algo que seguramente mis padres y los tuyos y los de su generación, por circunstancias, jamás tuvieron ni siquiera el día de Reyes.


Por eso, les dedico este desvarío mágico a nuestros padres y abuelos. A ellos, que nunca disfrutaron del derecho a ser niños, que no se les permitió ni siquiera por un momento la ilusión de conocer un tiempo de inocencia y de fantasía. De añorar el mundo de las hadas y de los misteriosos caballeros que se aventuraban a descubrir un mundo alejado de la no siempre tierna realidad que les toco vivir…

Por ellos y por la ilusión de ser siempre un niño, Feliz noche y día de Reyes… 


Oscar Ara