sábado, 11 de abril de 2020

GILÍCRATAS PATRIOS.





Les voy a confesar, ahora que no nos lee nadie, que me reconozco un imbécil. Me reconozco un idiota que se cree que a alguien le va a importa una mierda lo que escriba a través de las redes sociales o en este mismo blog. Y como buen idiota que soy y haciendo caso omiso a la certeza antes citada, voy a seguir con mi irremediable estupidez patológica de largarlo todo como suelo hacer… a tutiplén.

Como digo, mi hipertrofiado ego me pone ante ustedes, que alguno habrá, para escribir precisamente de eso, de imbéciles, gilipollas y demás mequetrefes con ínfulas de predicadores de la verdad. La suya. La mía. La única.


Sé que empezar así un texto no vende mucho, pero como el gilipollas soy yo, escribo lo que me sale al pairo… y este es el quid de la cuestión. Porque eso, precisamente eso es lo que hacemos en las redes sociales a través de sus diferentes plataformas de difusión, todos los gilipollas del mundo. Opinar. Maldecir. Odiar. Mentir. Difamar y escupir sin parar todas nuestras miserias sin vergüenza ni filtro alguno, gracias a la libertad de expresión que nos hemos otorgado los países “decentes”, apelando a nuestra denostada Democracia. Hemos contribuido, sin saberlo, a un mundo paralelo y virtual de Gilícratas (gilipollas demócratas).

Los Gilícratas vocacionales, nos caracterizamos por leer artículos de opinión (los más avezados solo leen el titular), informativos de nuestra cuerda ideológica, tertulias televisivas de dudosa objetividad y seguimos por twitter a los verdaderos Apóstoles de la razón absoluta. Es simple y complejo a la vez.
  • Qué se te ha colado un artículo que razona y remueve las entrañas de tu verdad por dentro triturándolo todo… no le haces ni puto caso.
  • Qué aquello de lo que estabas convencido se te refuerza con un exabrupto o metida de pata del oponente político en cuestión… le clavas la estaca, lo tuiteas, retuiteas, copias el enlace y lo maldices a él y a sus cien generaciones futuras, lo caricaturizas con una foto de fotomatón. Lo descuartizas vivo.
  •  Qué ante tus ojos aparece la objetividad pintada de rosa, y te demuestra lo mezquino que eres. Te paras, recapacitas y rechazas pensar que tu misión es ridícula y cansina. Ser Apóstata en estos tiempos de locura y esquizofrenia no es posible. Ahora no.

A muchos, todo esto os parecerá un absurdo y un sin sentido… Dejar de leer.

A otros, los Gilícratas convencidos os invito a recapacitar. A mirar por la vergüenza ajena que provocamos ante nuestros semejantes, familiares y amigos. Porque no es necesario que tu persona y la mía se reflejen en el espejo de la vanidad, de los bulos, las medias verdades… en definitiva, dejar de ser portavoces de la podredumbre de nuestra clase política, seres tan miserables, acomplejados e idiotas como lo somos tú y yo. Son los Gilícratas de profesión. Los elegidos. Los Gilícratas de Estado.

Termino entendiendo tu sorpresa ante semejante ida de olla. Pero en este tiempo de parón y confinamiento obligado, creo que era necesario tomar consciencia de lo que somos, de cómo actuamos, de la poca capacidad crítica que tenemos al guiarnos básicamente por nuestros instintos más primarios e irracionales. Nuestra supervivencia. Nuestros aprendizajes adquiridos en el círculo familiar, educativo, cultural y religioso. De ahí el problema.

                                       

No nos han enseñado a pensar y reposar. A reflexionar… a ser verdaderamente libres.

¡Gilícratas patrios! Dejemos de dar por culo y cojamos un libro... el mundo nos lo agradecerá.


Oscar Ara.

martes, 7 de abril de 2020

VEINTE DÍAS...


#YoMeQuedoEnCasa y tú… y todos.

Veinte días llevamos confinados en casa para salvaguardar las capacidades de intendencia de nuestra desvalijada Sanidad Pública e intentar así evitar la pérdida de los más indefensos, de los más débiles… de nuestros mayores.

Veinte días maniatados por culpa de un vicho invisible, cuyo mayor logro no es su letalidad, sino su maquiavélica estrategia de contagio masivo, que le permite derrotar al más frágil abriéndose camino por la Sabana del contacto, del afecto y la cercanía humana. Un virus depredador que actúa con la diligencia de una manada de lobos y la silenciosa cercanía del puma.


Veinte días con sus veinte noches de noticias, tertulias y bulos sobre una pandemia apocalíptica, ideada seguramente por las mentes más retorcidas de Hollywood, que nos atraviesa el espinazo desde la cabeza hasta los pies y nos convierte en simples espectadores del horror, de la pena y el sufrimiento de nuestros vecinos, nuestros amigos… e incluso, de nosotros mismos. Espectadores con entrada VIP.

Veinte días enarbolando nuestras conciencias deshojando la margarita entre la salud o la economía, nivelando lo imposible: las frías estadísticas entre más muertos o menos pobres… entre la conciencia o el pragmatismo… ¡Plata o Plomo!


Veinte días donde a un Gobierno adolescente y pecador le ha tocado la lotería no escrita de la globalización del sufrimiento, de la hecatombe bíblica que solo unos científicos locos, dentro de sus oráculos asépticos de probetas y microscopios se atrevieron a profetizar.

Veinte días donde los políticos van a salir retratados, donde las peleas de patio de colegio parece lo realmente importante y donde la mezquindad de algunos muchos nos retrata como País en un selfie nada favorecedor…

Veinte días donde parece que solo unos pocos saben bien lo que tienen que hacer y lo hacen a pesar de las dificultades. Donde solo unos pocos ciudadanos cuidan de unos muchos, aun a riesgo de poner en juego sus propias vidas por cumplir con su trabajo, el noble y maltratado oficio de médico, enfermer@, celador, personal de limpieza, de nuestros HOSPITALES PUBLICOS. Así como cuidador@s, transportistas, cajer@s, policías, militares que siguen al pie del cañón día tras día.


Veinte días para #aplanarlacurva del grafismo televisivo y digital, donde los colores rojos, verdes y azules dibujan la silueta del horror y la esperanza por partes iguales. Una curva donde la salida en “V” sería el objetivo a conseguir y la “L” representaría el luctuoso y trágico fracaso de nuestras torpes actuaciones. Esas para las que ni tú, ni yo, ni nadie teníamos respuestas…

Veinte días aguantándonos  padres e hijos en 70 m₂. Días de docencia online, donde profesores y alumnos han tenido que cambiar el chip ante lo imprevisto, dejando patente la importancia del cara a cara y las desigualdades 2.0 existentes en esta España del siglo XXI.

Veinte días de trabajos rotos, de empresas cerradas, de autónomos cabreados, de soluciones milagrosas que no arreglan nada. Tiempo de catarsis, de caos económico y social que todo lo cambia y que nada predice. Días de consolas y juegos de mesa, de mascarillas caseras y guantes rotos, de música y aplausos en los balcones. Cuarentena de solidaridad y cabreo, del “A toro pasado” del más listo de la clase… momentos para el “Resistiré”.

Veinte días donde desde casa, todos somos Almirantes, Mariscales y Salvadores de un mundo  que nos importa una mierda y que por desgracia, volverá a ser lo que era, esa gran casa de tod@s asfixiada, expoliada y mancillada por la voracidad insaciable del hombre… precisamente ahora que la Tierra empezaba a respirar.

Oscar Ara.