1ª PARTE
Los seres humanos somos
esencialmente sociables desde el principio de los tiempos. Esto es así, antes
incluso de ser conscientes de nuestra propia inteligencia y de iniciarnos
en el camino de lo espiritual. Por entonces, igual que adoraban e idolatraban
al Sol y temían a la furiosa tormenta, enterraban con bailes y
canticos de alabanza la pérdida de algún miembro de la tribu y su marcha al más
allá.
La sociabilidad humana es
innata al ser humano, al ser persona, a formar parte de una tribu, de un clan,
de una comunidad o de una familia.
El ser humano, el individuo,
necesita ser parte inherente de un grupo para poder sobrevivir entonces, y
cronológicamente también ahora, a la adversidad de la naturaleza y a su
carácter nómada. Esto les llevaba a explorar nuevas tierras que les enfrentaba
a grandes desafíos físicos como el frio, la hambruna... o de inteligencia la caza,
la pesca. Era una mera cuestión de supervivencia.
Necesitamos pertenecer a un
clan para poder formar lazos más íntimos con el resto de los individuos, por
pura supervivencia, por la permanencia de nuestros genes de su
descendencia en la tierra y su continuidad a lo largo de los tiempos.
Pertenecemos a una comunidad
por la necesidad de aprender a ser mejores, por la necesidad de desarrollar
todas nuestras potencialidades como individuo, bien sea con la ayuda del
chaman, del anciano o del jefe de la tribu, y con ello poder ser útil y
aportar mayor riqueza al conjunto, a la sociedad.
Podríamos decir que el ser
humano se agrupa, se asocia por puro egoísmo. Por interés propio y a la vez,
por el bien común de la manada. Todos salimos ganando, o así tendría que ser.
Todos aportan y todos
reciben, todos conviven y relacionan en paz, y cuando un miembro de la tribu no
actúa con el debido respeto y como corresponde, una de dos: o se le expulsa a
otro hábitat, a otro lugar para no enturbiar el equilibrio social,
o se le quita el don supremo de todo individuo, su libertad. Libertad que
confundió con libertinaje y que le llevo a salirse de la norma, de lo
establecido.
Esto me lleva a la reflexión,
después de tanto sarao... todo ser humano tiene un sentido de pertenencia
a un grupo, a un conjunto de individuos más o menos íntimo. De pertenencia a un
colectivo afín y amable con sus intereses o sus ideales. Reconocible y cercano.
Donde uno se sienta identificado y protagónico a la vez, y donde lo realmente
importante es lo que les une y no lo que les separa. LOS AMIGOS.
Todos tenemos amigos, alguno
preferiría no tenerlos (pero ese es otro cantar), o mejor dicho todos tenemos
amigos y colegas y conocidos…la lista del amiguismo puede ser mucho más extensa
si se quiere, todo lo que la vida social de cada uno le permita y la salud le
aguante. Pero en esta disertación sobre lo humano y lo divino, sobre la
comunidad y el individuo. Quiero centrar la cosa, en el amigo de verdad, EL
AMIGO con mayúsculas.
Hemos escuchado en infinidad
de ocasiones, que mientras la familia no se elige, es la que nos ha tocado en
el bombo de la vida…con los amigos no ocurre lo mismo. Los amigos se eligen o
nos eligen. Se eligen y con el pasar de los años se van seleccionando, se
clarifican. Se certifica una amistad sin posibilidad de error, sin taras o con
taras reconocibles, taras distintivas y auténticas. Taras de amigo.
Cada cual conoce a su AMIGO
en un tiempo y en un lugar, sin saberlo, sin darse cuenta ni siquiera de que
esa persona que acabas de conocer, va a ser muy pronto y por mucho tiempo, parte
vital de su vida. Tan vital que en muchas ocasiones va a protagonizar contigo
las experiencias, en muchas ocasiones, más relevantes de tu vida, y tú de la
suya.
Ese AMIGO al que quizás
conociste hace un porrón de años, ya ni te acuerdas, o al que por el contrario
te encontraste en una reunión del colegio de los niños hace no mucho tiempo.
Ese amigo tenga la vigencia que tenga, lo has elegido tu. O mejor dicho os
sentisteis reconocidos en el otro, os elegisteis mutuamente, casi sin querer.
Los amigos como he dicho, se
reconocen casi al instante, por afinidad, por puro magnetismo. Pero llevará su
tiempo definir esa amistad, curtirla y afianzarla de verdad. Un tiempo que en
ocasiones, puede tener sus altibajos, sus decepciones y desencuentros, sus idas
y venidas... pero como he comentado antes, si tiene que pasar, acabarán encontrándose.
Es su sino.
2ª PARTE
Continuaré mi reflexión del pasado artículo,
recordando los diferentes TIPOS DE AMISTADES que podríamos tener el común de
los mortales, en función de varios parámetros: según la vida social, según la
capacidad de empatía natural que cada uno desprenda y según la relevancia
social que uno tenga, su status. Aparte de estos parámetros
podríamos añadir uno más, lo sociable, lo amigable que uno sea, es decir
las ganas que tenga cada cual de generar nuevos lazos de amistad.
Todos conocemos seguro, a
personas cercanas, participes de nuestro círculo más íntimo, de nuestra manada.
AMIGOS nuestros, que tienen @TROPECIENTOS mil amigos. Si si, amigos a tutiplén,
en todos sitios le conocen, en aquellos que frecuentáis con asiduidad e
incluso en los que no acudís con frecuencia, pues allí también le conocen. En
el restaurante, en el Pub de moda y en el campo de futbol. "¡Que
bárbaro!" - te dices tú para tus adentros y a continuación te preguntas -
"¿cómo lo hará el cabrón?" - con un reconcome que va desde
la envidia a la admiración más sincera.
Seguro que tienes un amigo
así. Que capacidad de seducción, que empatía, que facilidad y desenvolvimiento
demuestra en situaciones de cortejo y galantería, ahora comprendes porque to
quisqui lo conoce. Y tú ahí, en un segundo plano, transparente, como si no
estuvieras presente ante los ojos de esa gente tan simpática. Con cara de haba
y sin saber qué hacer.
Claro que, catalogar a los
amigos de tu AMIGO como sus amigos verdaderos, es una exageración. Yo los
catalogaría, como CONOCIDOS. Conocido por aquí, conocido por allá, larala la la
la... Como setas aparecen... ¡Increíble!
Dentro de tu manada de
AMIGOS está el @METEPATAS. Es aquel amigo que por suerte o por desgracia
siempre le ocurre algo, siempre tiene alguna anécdota graciosa que contar sobre
su última lesión jugando a los bolos, o cuando se corto con un folio en la
oficina y casi se desangra - "un torniquete me tuvieron que poner “- dice.
Es el amigo de los silencios rotos, ya que no puedes estar seguro de que
todo aquello que le contaste, no lo casque casi sin querer. El amigo de
los entredichos y de los equívocos. El amigo del humor, de la risa, del ingenio
aderezado de cierto victimismo. A ese amigo se le quiere, no por su fatalidad e
inoportunidad en determinadas ocasiones, si no por la naturalidad y humor
con la que se toma su mal fario y la torpeza ingenua que desprende en
situaciones de conflicto. Todo ello lo envuelve en un halo de ternura
irritante y desesperante en ocasiones. Éste, es tu AMIGO.
La diversidad de amigos que
uno puede tener en asombrosa, ya he citado dos casos. EL AMIGUÍSIMO DEL MUNDO
que ejerce de embajador del resto de la manada, cual carta de presentación ante
cualquier evento. Y el TORPECICO AMOROSO, tiene un rol más de contribución a la
unión y a la risa del grupo, por tener a sus miembros siempre ocupados con sus
desdichas y desventuras contadas con gracejo socarrón… un tipo majo.
Tenemos al AMIGO @LISTO. De
barrio, más perro que niebla y que si hoy estuviera metido en política sería
carne de cañón para todos los telediarios, ya que se las habría llevado todas y
alguna más. Sin cargo de conciencia. Innato. Porque se ha hecho así mismo, en
la calle, en la escuela de la vida; que da y quita razones, exenta de
prejuicios y cruel con el débil. Por tanto, no le ha quedado otra que
espabilar. Y ese es su rol, espabilar al resto del grupo de amigos más o menos
acomodados y que ven en él algo diferente, auténtico y que nunca les deja de
asombrar, ni siquiera un rato. Un profesional de sacar partido a cualquier
situación por minúscula que esta sea, del engaño favorable hacia los suyos. Un
superviviente.
Encontramos en la manada al
AMIGO @OCUPADO. Aquel que en la actualidad posiblemente regente una empresa, o
un gran cargo… y que por lo tanto no puedes disfrutar como tú quisieras. Al
coquito, tú lo intuías desde la primera vez que lo viste, desde niño, bien por
su careto de empollón que le empujaba irremediablemente al triunfo o
simplemente porque veías en él una cabeza privilegiada. Ahora este amigo de
alto copete, de pedigrí, un tanto estresado por sus responsabilidades. Es el
mismo que conociste en tu juventud disfrutando de sus desvaríos y sus cosas
raras, el mismo que os sorprendía en la intimidad del grupo con acciones y
hechos más propios de bárbaros y no de su imagen de ilustrado. Ese es el amigo
reconocible que tú conociste, el verdadero. Sin corbatas en el cuello, que
actúa en la intimidad de la manada como uno más. Sin título. Anónimo.
Así hasta llegar al último,
el AMIGO @VITAL, donde tenga 20 o 40 años no cambia, sigue igual y por el no
pasan los años, se ha vendido al diablo porque si no es imposible que no se
canse. Es infinito como las pilas duracell y además no entiende que el resto
somos humanos, que su fuerza vital es fuera de lo común. Un superhéroe. Siempre
te llama para quedar de marchita por las noche, sin decir si quiera un: - “hola
cómo estás”- o - “qué tal te va la vida”- o - “cómo está tu mujer y mis
hijos” ¡Nada el muy cabrón!… y si le dices: - “no voy a poder ir por…” ·Pi· Pi·
Pi· Pi· ¡Te cuelga sin despedirse el muy mamón! La hostia de tío. Y lo bueno es
que lo sabe. Es el adolescente eterno, incansable y entrañable para quien lo
disfruta. Siempre de buen rollo. Feliz.
Cada uno puede ver en estos
ejemplos a su amigo o a partes de él.
Pero qué es un AMIGO con
mayúsculas. Para mí es muy sencillo, es aquella persona a la que quieres cómplice
de tus actos, de tus pensamientos más íntimos. Actos o pensamientos que no
contarías a un hermano, ni a tu mujer, madre o abuela... a nadie. Solo a él. Le
quieres a tu lado. Le quieres en tus penas, más si cabe que en tus alegrías. Le
quieres a tu lado porque a pesar del tiempo pasado, cuando te reencuentras, es
como si ese tiempo se hubiera detenido y nunca hubiera existido. Igual de
cómplices, de compañeros de manada, de AMIGOS.
Todos tenemos amigos y para
todos, ellos son los mejores. Los mejores porque se lo han merecido, se lo han
currado. Unos dan más y otros dan menos, como los matrimonios. Pero eso no es
lo más importante. Los dos entienden que quieren estar juntos. Juntos para
seguir compartiendo vivencias y recordar cansínamente las experiencias pasadas.
Juntos, porque como te conocen ellos no te conoce nadie. Tu auténtico yo, renace con ellos sin ataduras. Salvaje. Libre.
Os quiero AMIGOS. Gracias
por lo mucho que habéis significado en mi vida y por lo mucho que seguís
significando ahora. Os necesito a todos, a pesar de las distancias y de los
tiempos. Os necesito porque me hacéis mejor, más libre y sobre todo porque YO
OS QUIERO.
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