Como
empezar. Difícil. Mi osadía me enfrenta de nuevo ante el reto de la hoja vacía, decidido a reflexionar con ustedes… conseguirlo o no, es otro cantar.
Estamos
objetivamente jodidos, cabreados y hastiados… nos sentimos violentados,
ninguneados, explotados y robados. Tenemos una sensación crónica de ahogo y de
asfixia que no nos deja reaccionar, que
nos tiene noqueados, como a ese púgil valeroso y honrado que se resiste a tirar
la toalla por la fe de encontrar el momento adecuado de encajar, en el costado
del adversario, ese gancho letal que le dé un momento de respiro, para
recomponerse de nuevo y así poder empezar de 0.
Nos
tienen al borde del KO, al límite de nuestras fuerzas por las marrullerías y
continuos golpes bajos que nos machaca
el higadillo del orgullo. Golpes sucios y corruptos que al principio de la
contienda entendíamos y aceptábamos como un error, un desvío inocente del
oponente… que seguramente no se volverían a reproducir. Pero que de repente, cuando
menos no lo esperábamos, cuando el adversario nos tenía entre las cuerdas y
completamente fatigados por la aniquilación de nuestros derechos y puntos
fuertes ganados a base de mucho esfuerzo, dedicación y amor propio… ¡Zas! Otro golpe por debajo de la línea de
flotación. ¡No podía ser! Nuestra inocencia de púgil amateur y complaciente,
acabará con nosotros sino reaccionamos.
Terminado
el 3er asalto, caminamos doloridos y apesadumbrados hacia la esquina del
consuelo, donde nos derrumbamos exhaustos intentando entender porqué lo hacen... mientras nuestro Coach trata de enjugar nuestras heridas con agua bendita.
Con el
ojo a la virulé y el labio partido nos quejamos vehementemente ante el árbitro
de la justicia y la ley para todos, e incluso nos enfrentamos a nuestro propio
equipo que parece no querer ver lo que está pasando. Manifestamos encolerizados
en el tiempo que va de asalto a asalto, sin miedo ni tapujos, las injusticias
de permitirle el juego sucio y cobarde al que se sabe con el poder de la fuerza
bruta. En ese momento, nos penalizan y amordazan mandándonos callar…
definitivamente estamos vendidos y
abandonados por el fair-play de una Ley única e igualitaria. No queda otra que
seguir luchando.
4º
asalto. Suena la campana, y aún con la respiración entre cortada y las heridas
sangrantes, nos levantamos de nuevo. Intentamos disimular nuestra debilidad y alzamos
la mirada desafiantes…
Rabiosos
y enfurecidos nos abalanzamos contra el opresor lanzando fallidos puñetazos al
aire, a la vez que intentamos pedirle explicaciones con gritos que se pierden
entre el murmullo de la mayoría silenciosa que presencia el envite…
- ¿¡Te parece poco la paliza que nos estás dando, que aún te permites la vileza de humillarnos con las marrullerías del juego sucio y rastrero!?
- ¡Eres un canalla y ganarás esta batalla “campeón”… pero te aseguro que nunca nos derrotarás, nunca podrás acabar con el honor y el coraje de defender nuestra dignidad ante el abuso de la impunidad que representas!
Sin tiempo
para más palabrería y debido a una leve pérdida del equilibrio provocado por el
descontrolado ímpetu de la ofuscación, acomodamos torpemente nuestro cuerpo
frente a las fauces de nuestro caníbal enemigo, que sin dudarlo, arrancará con
su pérfida dentadura de alimaña (como un Mike Tyson cualquiera) el lóbulo de
los derechos, los valores y la ética de un pueblo demasiado cansado...
Lo
terrible, es adivinar en su mirada la crueldad y el deleite que le provocan nuestros
gritos de auxilio y socorro… ¡No hay compasión!
Fin del
4º asalto… ¿Tiramos la toalla?
Oscar
Ara