lunes, 6 de enero de 2014

BENDITOS REYES MAGOS.


Les confieso que este post no lo tenía previsto escribir. Pero supongo que ocurrió lo que tenía que ocurrir... y como sucedió, y me toco en lo más profundo de mí ser, he querido compartirlo con todos ustedes a modo de reflexión y/o anécdota. 

No sean demasiado malévolos en su análisis y concédanme el comodín del Rey Baltasar y el zurrón del incienso y la mirra ¿?

Todo dio inicio ayer día 5 de Enero, antesala de la noche de Reyes, a las 21,00 horas oigo una voz en off que se dirige hacia mi, diciendo:

“Papa, se nos ha olvidado dejarles la leche y las galletas a los Reyes Magos…”


Reconozco mi incredulidad inicial ante lo que percibían mis oídos. Pero de pronto, al instante, mi corazón venció a la razón y a la objetividad fría y aguafiestas del incrédulo. Mis sentimientos se pusieron a flor de piel, mi vena más fraternal y tierna de padre emergió al instante, súbitamente y sin querer, cuando analice por un segundo esas palabras. Alabé ese momento, lo bendije al oír esa inocente y tierna frasecilla, me embriago el alma de amor, antes incluso de haberla concluido.

Juro que me enterneció su inocencia, su magia y sobre todo su corazón, su inmaculado y puro corazón de niño, de inocente y esperanzado niño en un mundo mejor. De iluso y crédulo niño en un mundo fantástico, donde la magia aún puede existir y de hecho… ¡qué carajo, también existe!

Porque lo acontecido me ha abierto los ojos y me ha enseñado a ver, por un instante, como ven ellos. A ver y entender el mundo desde su óptica limpia de prejuicios y manipulaciones. Comprobando finalmente que ellos tienen razón, que ese mundo de magia es real y forma parte de éste… y perdura en mis hijos y en los tuyos. En su fantástico y enigmático mundo de niños. Un mundo donde decir: “fumar es caca”, “ese niño me ha hecho pupa y es malo”, o “mi mamá es la mejor y la más bonita”… Es definitivamente un mundo mejor. Un mundo más claro y nítido. Un mundo sin mentiras y sin falsos egos. Un mundo con Reyes Magos de verdad y no de carne y hueso como los de mentira.

Porque en su mundo, en el nuestro, existe la magia. La magia de la madre que te cuida sin descanso y sin desfallecer. La magia de las caricias del abuelo cuando todo está en tu contra. La magia de empezar andar en bicicleta o de empezar a nadar. La magia del primer beso robado, del primer amor. La magia de ese profesor que te dejo huella sin tu siquiera darte cuenta. La magia de tus amigos, de sus risas y sus confidencias. La magia del verdadero amor, ese que fructifica casi siempre, en el acto más grandioso de magia, amor y fantasía que se haya visto nunca jamás. El nacimiento de un hijo, de tu niño.


Y por desgracia, de ese mundo infantil, ocioso y despistado. De ese mundo perfecto, nos apeamos con demasiada celeridad, demasiado pronto e incluso con pretenciosa altanería y desdén. Lo despreciamos por miedo a ser catalogados de ilusos o memos. Por miedo quizás a ser catalogados de pánfilos e inocentes pringaos, o simplemente por miedo a ser etiquetados de blandos y buenas personas sin carácter, en un mundo de ti@s duros y competencia sinfín, donde comes o te comen. Donde la mentira y la imagen valen más,  que la integridad y la inocencia por querer simplemente ser más feliz… 

No sé lo que durará su inocencia, supongo que poco, supongo que nada… que pasado mañana se descubrirá el pastel y mi adorado bebe de 9 años y su hermanito de 6 lo sabrán, terminarán por darse cuenta de todo el sarao que son capaces de hacer sus padres por mantener la ilusión del Rey rubio, pelirrojo y moreno…  y sus maravillosos, sorprendentes y solidarios poderes mágicos.

Sé que su inocencia tiene el tiempo contado, como la tuvo la mía y la tuya…pero aunque fuese durante un breve espacio de tiempo, la vivieron… la vivimos y la sentimos como parte de nuestra pequeña vida. Algo que seguramente mis padres y los tuyos y los de su generación, por circunstancias, jamás tuvieron ni siquiera el día de Reyes.


Por eso, les dedico este desvarío mágico a nuestros padres y abuelos. A ellos, que nunca disfrutaron del derecho a ser niños, que no se les permitió ni siquiera por un momento la ilusión de conocer un tiempo de inocencia y de fantasía. De añorar el mundo de las hadas y de los misteriosos caballeros que se aventuraban a descubrir un mundo alejado de la no siempre tierna realidad que les toco vivir…

Por ellos y por la ilusión de ser siempre un niño, Feliz noche y día de Reyes… 


Oscar Ara

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