lunes, 21 de julio de 2014

FÁBULA DE UN CONFLICTO ENQUISTADO

“Hassan el viejo” tiene 63 años y siempre que la ocasión lo permite, en el Ramadán, le gusta rodearse de los suyos para narrar sus fábulas e historias 100 veces contadas… sus 5 hijos, sus 7 nietos y 4 de sus biznietos se arremolinan respetuosos ante el Gran Bisabuelo Hassan Abdallah ibn Yūsuf, descendiente directo, según cuenta cada vez que le dan ocasión, de la heroica dinastía Ayubí fundada nada más ni nada menos que por el mismísimo ṢSalāhḥad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, más conocido por Saladino el conquistador de Jerusalén (1187)



El patriarca de la familia Abdallah, es un modesto mercader del puerto de Gaza que heredo el negocio familiar, como antes lo hicieran sus padres, abuelos y bisabuelos... sus antepasados, él y todos los suyos han vivido, viven y vivirán de los frutos del mar, ese Mar Mediterráneo otrora lleno de vida, belleza y esplendor.

Amîr el pequeño de la saga se acomoda expectante entre las cansadas piernas de su bisabuelo, el relato va a dar comienzo…

Ela es la Capitán de una Patrullera Rápida modelo Shaldag MkIII de la Marina Israelí, orgullo de Israel Astilleros LTD. Son las 6.00 a.m. y su turno de vigilancia sobre las transitadas aguas del viejo y quejumbroso Puerto de Gaza, va a dar comienzo.

Ela Silverman es una robusta mujer que ha dedicado su vida por completo a la defensa del Estado de Israel. Se alisto en el ejército, como era su obligación, a los 18 años de edad, poco después de acabar el Bachillerato.
Pero su historia no debería haber sido ésta… la pérdida de su novio en una reyerta al comienzo de la 2ª Intifada de Al-Aqsa (2000), cuando Nadir hacia su servicio fronterizo en la puerta Este de Jerusalén … sesgo también su vida y su sueño de dedicarse a la Geología.



“¡… y ellos, compraban a manos llenas nuestro pescado fresco! gracias a los contactos que el Gran Sayyid Abdallah, mi abuelo, había acordado con su gran amigo de la infancia, el judío Atzel Silverman, mayorista en la Lonja de Jerusalén… sería poco antes del comienzo de la Gran Guerra, la 2ª”

“Pero abuelo… ¿los hebreos no pueden ser amigos nuestros, verdad?”- le susurra el pequeño Amîr mirándolo con sus grandes ojos desde su regazo.

El patriarca esquivó la mirada del pequeño y por un instante se detuvo a observar el salón en el que se encontraban. Era desolador; techos agrietados, cables colgando por las paredes, ventanas sin marcos y agujeros de metralla por los que se asoman sibilínamente rayos de un sol que no les pertenecía.

“Si Amîr, pueden ser amigos aunque ellos no lo crean… porque el corazón de las personas no lo miden los Estados, e igual que a nuestra familia y a muchas de las familias Palestinas que conocemos, nunca Hamás nos representará... a muchos judíos le ocurre lo mismo con su Haganá convertida en Gobierno ejecutor en manos de Netanyahu; les podrán anular (antisionistas contrarios a la colonización de Palestina) pero nunca, y digo nunca, les podrá someter a “su verdad”…”

Entonces, Hassan Abdallah ibn Yūsuf, descendiente directo de la heroica dinastía Ayubí de ṢSalāhḥad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb… abrazo con la ternura que solo saben dar los abuelos al pequeño Amîr contra su pecho, derrumbándose entre sollozos…

El excesivamente joven sargento Tamir (23 años), se dio cuenta al instante de lo inapropiada de su pregunta…

“No se confunda sargento… la historia sirve para aprender de ella y los equívocos de nuestro pueblo no se deben volver a repetir. Y por eso estamos usted y yo haciendo lo que estamos haciendo… la debilidad ante la tiranía y el terror que difunde Hamás, no son compatibles con nuestra existencia. Está en juego nuestra supervivencia y creo que tras 3000 años de existencia y después de nuestra práctica aniquilación en el exterminio Nazi… hemos aprendido a defendernos ¡Estamos en nuestro derecho! ¿Le ha quedado claro?”

El sargento se limito a asentir con la cabeza, adivinaba en los ojos de la Capitán Silverman que ocultaba algo… incluso se atrevió a pensar que aquella descendiente de Húngaros venidos a finales del s. XIX, no se creía lo que decía, e intuyo que sus palabras se limitaban a contar la propaganda aprendida por la fuerza de la costumbre, la que le hace ser soldado, antes que persona.



Elsa trago saliva y dio orden de volver a puerto de inmediato. No permitiría que la condescendencia de sus antepasados (antisionistas conocidos como Neturei Karta)  con los ocupantes del territorio Otomano (pueblo palestino) hasta el Mandato británico (1920), le hicieran mella. Ahora con 32 años, 14 de ellos en el ejercito mejor preparado del mundo, no podría, no sabría hacerlo. No quería perdonar…

Un estruendo casi familiar en las inmediaciones del puerto de Gaza Alerta a la patrullera que vira a popa violentamente para dirigirse hacia el origen de los disparos, una playa limítrofe al pequeño puerto de pescadores de bajura era el destino, de repente se oye un segundo disparo… la visión que adivina la Capitan Silverman con sus potentes prismáticos es dantesca; niños desparramados en el suelo inmóviles y otros muchos mal heridos lloran doloridos y asustados pidiendo auxilio…



Radwan Abdallah, primogenito del Patriarca fue de los primeros en llegar a socorrer a los niños. Cuando encontró a su sobrino, el pequeño Almîr entre los heridos, cayo arrodillado delante de él y en su cabeza resonaron las palabras de su padre - “… el corazón de las personas no lo miden los Estados…”

Por un momento Radwan entendió a muchos de los simpatizantes y extremistas de Hamás, su odio escondido desfiguro su rostro y entre rezos cogió en brazos al pequeño Almîr que lo miro asustado… no entendía porque aquellos periodistas de chaleco antibalas que le fotografiaban no contaban la verdad… esta vez su sobrino iba a tener la suerte que otros no tuvieron.

“¡Por el amor de Dios que han hecho estos imbéciles!” – Grito Elsa Silverman mientras observaba con sus prismáticos como un hombre un poco mayor que ella, con la cara desencajada, alzaba con cuidado a un niño de unos 6 años al que le faltaba un zapato.

… la cara del enjuto palestino le resulto raramente familiar.

En ese momento, una lágrima también escondida se deslizo por las mejillas de la Capitán Silverman, duró tan apenas 2 segundos, fugaz… pero el joven sargento Tamir acertó a verla y entendió todo… no entendió nada.  



En memoria de los verdaderos paganos de esta sin razón, de esta locura Genocida que lleva a los ciudadanos más inocentes e indefensos a vivir en un terror continuo e insoportable.

POR ELLOS, PAREMOS LA GUERRA, PAREMOS LA DEMENCIA DE LOS QUE NO QUIEREN OÍR NI VER LO QUE OCURRE Y SIMPLEMENTE MIRAN PARA OTRO LADO…

Oscar Ara

Para una mejor comprensión del relato,  lean los enlaces. Gracias.







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